¿Qué es la pirámide de Maslow?

Pirámide de Maslow

La pirámide de Maslow no era una pirámide… era una criatura viva

Descubre cómo la pirámide de Maslow no era una escalera de niveles, sino un sistema dinámico que explica desde el estrés y el consumo hasta la búsqueda de sentido, según la psicología moderna y las neurociencias

(o cómo entender por qué a veces reaccionamos como si estuviéramos en “modo hambre”)

He estado pensando —sí, de esas veces que te da la loquera reflexiva mientras caminas para cumplir tus puntos de cardio de la semana— en la famosa pirámide de Maslow.
Esa que todos vimos en la prepa o en la universidad:
una pirámide bonita, ordenadita, con niveles que supuestamente vas “subiendo” hasta llegar a la cima iluminada de la autorrealización, como si la vida fuera un videojuego espiritual.

Pero… ¿y si te dijera que Maslow nunca dibujó una pirámide?
Y que, en realidad, lo que él describió fue más bien una jerarquía dinámica, fluida, viva, que cambia según el contexto, las tripas, el miedo y hasta las promociones del Buen Fin.

Sí, así como lo lees. Vamos a desarmar esa pirámide y ver cómo se comporta en el mundo real… porque créeme: cuando tienes hambre, frío o sientes que estás en peligro, el plan de escribir un libro o “descubrir tu propósito” se va directo a la congeladora .


1. Maslow nunca dibujó la dichosa pirámide

Allá por 1943, Abraham Maslow publicó un artículo llamado A Theory of Human Motivation. Ahí explicó que los seres humanos tenemos diferentes tipos de necesidades, y que algunas toman prioridad sobre otras dependiendo de la situación.

Le llamó prepotencia: cuando una necesidad inferior no está satisfecha, domina tu atención y conducta, dejando en pausa lo demás.
No habló de “bloquear niveles” ni de “subir escalones”. Eso fue invento de consultores gringos en los 50–60 para vender cursos de liderazgo (sí, los mismos que te hacen dibujar círculos de confianza en PowerPoint ).

Maslow hablaba de olas motivacionales, no de escalones fijos. Y aquí es donde se pone buena la cosa.


2. Cuando el cuerpo habla, la mente obedece

Las necesidades fisiológicas (respirar, comer, dormir, sexo, refugio…) son como ese amigo impertinente cuando esta borracho: cuando tiene hambre, nadie más puede hablar.

Si llevas horas sin comer, puedes ser la persona más culta, ética y espiritual… pero si estás en medio de la nada y te ponen un taco al pastor frente a ti, tu corteza prefrontal dice: “nos vemos luego, tengo asuntos más urgentes ”.

Lo mismo pasa con el sexo, el sueño o la seguridad: cuando estos sistemas entran en déficit, el cerebro activa modos de supervivencia.
La amígdala toma el volante, la corteza prefrontal se hace a un lado, y aparece el pensamiento rápido, automático, impulsivo —lo que Daniel Kahneman llama Sistema 1.

 Por eso en situaciones extremas aparecen conductas que, en condiciones normales, jamás harías: canibalismo en náufragos, violencia defensiva cuando sientes amenaza, hipersexualidad bajo abstinencia prolongada (sí, el famoso “salivato” no es mito ).
No es que la gente “pierda la moral”… es que la jerarquía cambia y manda la base.


3. La neurociencia respalda la idea (y la hace más sabrosa)

Hoy sabemos gracias a Damasio, Panksepp y compañía que el cerebro tiene sistemas emocionales jerárquicos.
Cuando hay amenaza fisiológica o de seguridad:

  • Se activan el tronco encefálico, el hipotálamo y la amígdala.
  • Se apaga la planificación compleja.
  • Se estrecha la atención (modo túnel).
  • Y se priorizan respuestas automáticas que garantizan la sobrevivencia.

Panksepp hablaba de sistemas como SEEKING, FEAR, CARE… que se encienden y apagan como switches emocionales. Damasio mostraba cómo los marcadores somáticos —esas sensaciones corporales que te avisan “esto está mal” o “esto urge”— guían decisiones sin que te des cuenta.

En pocas palabras: cuando tu cuerpo grita, tu mente escucha… y obedece.


4. Y las marcas lo saben, compa

Si creías que solo tú y Maslow conocían este truco… las empresas llevan décadas usándolo como manual secreto.

Sacan un iPhone nuevo y pum :
—“Solo hay 100 unidades, promoción por 24 horas, edición limitada”…
Y ahí vas tú, formado a las 5 am, peleándote con otro por el último celular, como si se tratara de la última concha del Chedraui.

No es brujería, es activación de necesidades inferiores:

  • Escasez → activa seguridad (“¡si no lo compro ahora me quedo atrás!”).
  • Exclusividad → activa afiliación y estima (“quiero ser parte del grupo cool”).
  • Urgencia → desactiva tu corteza racional (“luego veo cómo lo pago”).

 Resultado: conducta impulsiva perfectamente predecible.
Mientras tanto, tu yo autorrealizado, ese que iba a meditar y escribir poesía hoy, está en modo “12 meses sin intereses”.


5. Esto también pasa en terapia (y en la vida real)

Un error común es querer que la gente “trabaje sus metas personales” cuando sus necesidades básicas están en crisis.

Si alguien llega con problemas económicos fuertes, inseguridad física o emocional, y le dices:

“Vamos a enfocarnos en tu proyecto de vida”
es como decirle a alguien con el estómago vacío:
“¿Y si mejor platicamos sobre filosofía estoica?”

No funciona.

Primero hay que restaurar seguridad, estabilidad y fisiología, y solo después se puede pensar con claridad.
Por eso, cuando alguien en terapia “se bloquea” y no logra planear el futuro, no necesariamente es resistencia… es jerarquía biológica en acción.


6. Autorrealización: no es la cima, es el vaivén

Maslow hablaba de autorrealización como un proceso continuo, no un trofeo.
No es “llegar a la cima” y ya. Es crecer, crear, conectar y encontrar sentido mientras la vida sube y baja.

Incluso las personas más realizadas pueden “bajar de piso” si algo básico se ve amenazado. Y no pasa nada: no significa que retrocediste espiritualmente… significa que tu sistema está priorizando lo que toca.


¿Como nos puedo ayudar este tema?

cuando el deseo no se resuelve comprando un iPhone

Curiosamente, civilizaciones antiguas ya se habían topado con este fenómeno: las necesidades que no son realmente biológicas, pero que se sienten igual de urgentes.
Mientras hoy nos lanzamos a las tiendas como si fueran cuevas de refugio, en corrientes como el budismo, la estrategia fue radicalmente distinta:
  No satisfacer el deseo… sino reducirlo.

El Buda enseñaba que “el deseo es la causa del sufrimiento”, porque muchas de las necesidades que sentimos no vienen de nuestro cuerpo, sino de nuestra mente deseante, moldeada por la cultura, el entorno o el grupo al que queremos pertenecer.

Ahí entra el clásico cuento de “la camisa del hombre feliz”:

Un rey enfermo mandó a buscar la camisa de un hombre feliz para curarse.
Sus mensajeros recorrieron el reino hasta que encontraron a un campesino que decía ser feliz…
pero no tenía camisa.

La enseñanza es sencilla: muchas de las necesidades que nos atormentan son implantadas, no esenciales.
Si las persigues como si fueran vitales, terminas esclavizado por el deseo —no por la necesidad.

Así que antes de correr por la nueva moda o angustiarnos por lo que “todos tienen”, vale la pena hacer una pausa y preguntarse:
  “¿Esto lo deseo yo… o lo desea el grupo al que quiero pertenecer?”

Reducir el deseo no significa reprimirte como monje tibetano (aunque si quieres raparte y meditar en la azotea, adelante).
Significa distinguir lo que realmente te sostiene de lo que solo te distrae.

Recuerdo un paciente que llegó quejándose de ‘falta de propósito’. Resultó que llevaba 3 meses sin trabajo estable y dormía 4 horas diarias. Cuando solucionamos lo básico, el ‘propósito’ llegó solo.


En definitivo, la pirámide está viva, y tú también

La famosa pirámide no es un monumento egipcio motivacional.
Es más como un organismo jerárquico vivo que sube, baja, se adapta y reacciona según tus condiciones internas y externas.

Entenderlo te da poder:

  • Poder para no culparte cuando entras en modo supervivencia.
  • Poder para intervenir terapéuticamente desde la base, no desde la fantasía.
  • Y poder para ver cómo las marcas, los políticos y hasta los influencers manipulan esas capas sin que lo notes.

Así que la próxima vez que te veas a ti mismo discutiendo por un iPhone, comiendo compulsivamente o sintiéndote bloqueado para “seguir tu propósito”…
no te castigues.
Solo recuerda: tu pirámide está bajando a los sótanos un ratito.
Dale seguridad, comida, respiro… y ya después hablamos de autorrealización

Así que la próxima vez que te veas discutiendo por un iPhone, comiendo compulsivamente o sintiéndote bloqueado para “seguir tu propósito”…
no te castigues.
Solo recuerda: tu pirámide está bajando a los sótanos un ratito.
Dale seguridad, comida, respiro…
y ya después hablamos de autorrealización.

Porque sí, la pirámide está viva, y tú también.


Referencias

– Maslow, A. H. (1943). A Theory of Human Motivation

– Panksepp, J. (1998). Affective Neuroscience

– Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow 

– Damasio, A. (1994). Descartes’ Error

– Mullainathan, S. & Shafir, E. (2013). Scarcity: Why Having Too Little Means So Much

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