Actitud

Disposición relativamente constante para responder de ciertas maneras particulares a las situaciones del mundo por el residuo de experiencia pasada que de algún modo guía, orienta o influye de una u otra forma en el comportamiento.

Por su carácter perdurable las actitudes se diferencian de las expectativas (v.) cuya disposición reactiva está circunscrita en el tiempo y calificada por el objeto; de los instintos (v.), que son predisposiciones a la acción más automáticas y forzosas; de las costumbres (v.), que son más mecánicas y menos individualizantes; de las convicciones (v.), que pueden formar parte de las actitudes pero limitadas a lo que se cree que pueda ser cierto, sin estar en posibilidad de manifestar lo que se está dispuesto a hacer. En psicología la actitud es una estructura hipotética –como en el psicoanálisis lo es el inconsciente– porque no puede ser observada directamente, sino sólo inferida de las manifestaciones verbales y la secuencia de los actos observados en relación con el objeto. Los campos en los que la actitud es objeto de especial atención son la psicología social, la psicología analítica y la psicología de la comprensión.
1] PSICOLOGÍA SOCIAL. En este ámbito se diferencian actitudes verbales o de comportamiento, permanentes o transitorias, conformes o no con el grupo de pertenencia. Cada una de estas actitudes se considera como una disposición relativamente permanente hacia la valoración positiva o negativa de cualquier entidad, por lo que el problema de la actitud se revela íntimamente ligado a los sistemas de valores que cada individuo puede cambiar con respecto al colectivo (v.) o manifestar originalmente por sí mismo (v. individuación). Decisivos en la formación de las actitudes son los factores afectivos, o sea las emociones agradables o desagradables que los individuos han probado en relación con los objetos a los que hace referencia la actitud; los factores cognoscitivos, que dependen del conjunto de informaciones, conocimientos, creencias que el sujeto adquirió de las cosas; la disposición a la acción, determinada por el grado de motivación alcanzado con cada uno de los objetos. Estos componentes guardan entre sí una relación de recíproca dependencia, en el sentido de que la adquisición de nuevas informaciones referentes a un objeto puede cambiar el afecto vivido que lo inviste y, por consiguiente, el grado de disposición o falta de disposición a la acción.
La psicología social, con W.J. Mc Guire, identificó cuatro funciones principales de las actitudes: función económica, porque cada actitud proporciona una trama interpretativa capaz de reducir la complejidad de la realidad; función utilitaria, porque permite alcanzar los objetivos que pueden resultarle ventajosos al sujeto, como el aprecio dentro del grupo; función expresiva, como confirmación y justificación del comportamiento propio, y función defensiva, que permite afrontar determinados conflictos internos y externos.
Se procedió también a una medición de las actitudes con valor hipotético porque, como se dijo, éstas no pueden ser observadas directamente, sino sólo inferidas por las reacciones del sujeto en situaciones estandarizadas. El procedimiento más utilizado es el de la evaluación de las respuestas verbales a tests específicos, en los que se confronta al sujeto con una representación del objeto de la actitud. Otras mediciones se refieren a las distorsiones en los procesos perceptivos y cognoscitivos, o las modificaciones fisiológicas del sujeto frente a una imagen significativa para la actitud. Entre las escalas verbales de evaluación en las que el sujeto debe indicar su propia aprobación o desaprobación a lo largo de un continuo de valores, merecen citarse las escalas de T.W. Adorno para la identificación de la personalidad autoritaria (v. autoridad), y el cuestionario sobre actitudes sociales preparado por H.J. Eysenck. Se pudo constatar una relativa disonancia entre actitudes y comportamientos por lo que, por ejemplo, la reacción verbal de una actitud anticonformista no resulta muy predecible, porque el comportamiento que va contra las normas está más obstaculizado que la actitud conformista, cuya reacción verbal resulta generalmente más predecible.
Por último, en lo que concierne a la modificación de las actitudes, tres son los medios utilizados actualmente para inducir el cambio: la persuasión (v.), por la que si la fuente del mensaje tiene más prestigio o más autoridad en relación con quien recibe el mensaje y su grado de conocimiento, la posibilidad de que se produzca una actitud por parte del receptor es mayor, a menos que el mensaje transmitido sea tan nuevo o extraño para él como para inducir un refuerzo de la vieja actitud; la disonancia cognoscitiva (v.), por la que si un sujeto es invitado a cumplir una acción que entra en disonancia con su actitud se manifestará una modificación para restablecer la coherencia; la repetición, que prevé una exposición directa y repetida del individuo al objeto de la actitud para alcanzar una transformación en la evaluación del objeto.
2] PSICOLOGÍA ANALÍTICA. C.G. Jung acepta la actitud como uno de los elementos existenciales de su teoría psicológica: “Tener una actitud –escribe Jung– significa: estar listo para una determinada cosa, incluso si esta determinada cosa es inconsciente, ya que tener una actitud equivale a tener una dirección a priori hacia una cosa determinada, esté representada o no. […] Que el punto de orientación de la actitud sea consciente o inconsciente no tiene importancia para la acción seleccionadora, dada que la elección por medio de la actitud está ya dada a priori y se efectúa automáticamente. En la práctica, sin embargo, es necesario identificar entre consciente e inconsciente, ya que con extraordinaria frecuencia sucede que subsisten simultáneamente las dos actitudes, esto es, una consciente y una inconsciente. Con esto se quiere decir que en la conciencia están predispuestos contenidos diferentes de los predispuestos en el inconsciente. La dualidad de la actitud se manifiesta especialmente en las neurosis” (1921: 426-427). A una actitud muy unilateral de la conciencia corresponde una actitud de signo opuesto en el inconsciente. De hecho la unilateralidad de la actitud consciente, escribe Jung, “llevaría a una pérdida completa del equilibrio si no subsistiese en la psique una función autorreguladora y compensadora que corrija la actitud consciente” (1921: 427).
Jung fue quien introdujo en psicología la diferencia entre actitud extrovertida y actitud introvertida: “La primera se orienta basándose en hechos externos tal como son dados, la otra se reserva una opinión que se interpone entre ella y la realidad objetiva. Cuando domina la orientación basada en el objeto y en los datos objetivos, y las decisiones y los actos más frecuentes y más importantes no están determinados por opiniones subjetivas, sino por las circunstancias objetivas, se habla de actitud extrovertida. Si esto es habitual, se habla de tipo extrovertido” (1921: 357-358), mientras “el tipo introvertido se diferencia del extrovertido por el hecho de que no se orienta basándose en el objeto y en el dato objetivo, sino más bien en factores subjetivos, por lo que en el introvertido, entre la percepción del objeto y el comportamiento del individuo, se inserta un punto de vista subjetivo, que impide que el comportamiento adquiera un carácter correspondiente al dato objetivo” (1921: 378-379; v. extroversión-introversión). La fenomenología de estas actitudes la usó después Jung con las que él considera funciones (v.) de la psique que, según su predominio, determinan una actitud preferente de pensamiento, de sentimiento, de intuición o de sensación (v. tipología, § 2).
3] PSICOLOGÍA DE LA COMPRENSIÓN. El estudio de las actitudes constituye la primera de las tres partes en las que se articula la psicología de las concepciones del mundo de K. Jaspers, que se abre con esta declaración: “Sólo dentro de las mismas actitudes los hombres entran en comunicación los unos con los otros, comprendiéndose recíprocamente. Si las actitudes son diferentes, uno vive, piensa, actúa, y pasa junto al otro sin tocarlo. Mientras las actitudes no estén una junto a otra como esferas de vida y de experiencia distintas, una visión del mundo puede perfectamente afirmar cada actitud, hacerla absoluta y aislarla, y de ahí negar a las otras. Haciéndolo así es fácil caracterizar y construir una serie de concepciones del mundo antitéticas entre sí” (1919: 65). Partiendo de esta premisa Jaspers diferencia:
a] Las actitudes objetivas, “que pueden ser activas y contemplativas. Por activas se entiende la plasmación de la realidad temporal. Por contemplativas se entiende la comprensión de una objetividad que en el fondo es atemporal” (1919: 66). Entre las actitudes contemplativas están la actitud intuitiva, “en la que se ve, se acoge, se vive y se experimenta el sentimiento de felicidad de la plenitud de lo ilimitado” (1919: 80) y la actitud estética y racional que caracteriza en estos términos: “la actitud estética circunscribe, aislando y anulando las correlaciones de la esfera visual circunscrita; la actitud racional en cambio circunscribe precisamente para llevar a lo circunscrito a una afinidad de correlaciones recíprocas” (1919: 87-88)
b] Las actitudes autorreflejas, donde “la conciencia, después de haberse dirigido al mundo de los objetos extraconscientes, efectúa una conversión en la psique misma, se ‘refleja’ desarrollando una vida psíquica refleja que tiene por objeto eso que llamamos yo, ello, personalidad” (1919: 108). Las actitudes autorreflejas abarcan la actitud hedonista, en la cual “la conciencia se entrega a una cosa, y el placer está en darse, no ya en la cosa misma” (1919: 111). En los antípodas está la actitud ascética por la cual, “a diferencia del hedonista que va en búsqueda de experiencias, situaciones, impresiones y ocupaciones materiales, con la intención de gozarlos, el asceta trata de reducir las impresiones evitando toda experiencia, con el fin de facilitar el extrañamiento” (1919: 112). Finalmente está la actitud autoformativa en la que “el hombre ve más allá de su estado momentáneo, y se ve a sí mismo como a un todo que se extiende en el pasado y en el futuro, por lo que los poderes del momento se coordinan con la propia vida concreta en la formación de la personalidad, bajo el signo de esta o aquella imagen-guía” (1919: 114).
c] Las actitudes entusiastas en las que “el hombre se siente tocado en su más íntima sustancia, en su esencialidad o –lo que es lo mismo– se siente aferrado y conmovido por la totalidad. Se establece entonces una íntima relación entre la esencialidad del sujeto y la del objeto, en una actitud que parece tener una estrecha semejanza con el ahogamiento místico y la abolición conjunta de la escisión de sujeto y objeto” (1919: 138). A partir de las actitudes Jaspers procederá a la descripción de las concepciones del mundo (v. mundo, § 1), y a las figuras de la vida del espíritu.
4] PSICOLOGÍA DEL TRABAJO (v., § 1)
BIBLIOGRAFÍA: Adorno, T.W. (1950); Bloom, B.S. (1964); Eysenck, H.J. (1961); Festinger, L. (1957); Flores D’Arcais, G.B. y L. Arcuri, Florencia (1976); Jaspers, K. (1919); Jung, C.G. (1921); Mc Guire, W.J. (1969); Osgood, C.E, et al. (1957)

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