Proceso en el que el sujeto se transforma en un extraño para sí mismo o partes de sí mismo. El término, de origen filosófico, suele ser utilizado como sinónimo de locura (v.) y con esta acepción se utiliza en la psicología forense (v.).
FILOSOFÍA. Quien introdujo el término fue G.W.F. Hegel, quien habló de enajenación a propósito de la realidad espiritual que se objetiva en la naturaleza para después superar dialécticamente (Aufhebung) su enajenación, ya sea en la práctica, con el trabajo, ya en la teoría, con las actividades del espíritu, como el arte, la religión y la filosofía. L. Feuerbach modificó el uso hegeliano del término para designar el acto con el que el hombre se crea una divinidad, enajenando en ésta el orden de sus deseos y la solución de sus conflictos. El éxito de este concepto se debe a K. Marx para quien, en las sociedades capitalistas, el mundo de los objetos producidos por el hombre tiende a constituirse como el mundo autonómo de las mercancías, cuya razón de ser no está ya en satisfacer las necesidades de los productores sino las del capital, que se desarrolla según leyes propias, transformando el valor de uso de los bienes en valor de cambio, por lo que la actividad del hombre, en la que se expresa su vida, es “reificada”, es decir traducida en cosa (res). En nuestro siglo H. Marcuse regresó al concepto de enajenación para designar la condición de la individualidad sometida por las fuerzas omnipresentes de la estructura tecnológica de las sociedades avanzadas.