Ello

Pronombre personal neutro de tercera persona que en alemán se utiliza como sujeto de verbos impersonales, y que S. Freud encontró idóneo, igual que el pronombre latino neutro id, para designar el carácter no subjetivo e impersonal de las fuerzas pulsionales. Freud empleó este término a sugerencia de G. Groddeck, quien lo había utilizado para designar “esa extraña cosa por la que somos vividos” (1923: 25). 

El término ya lo había utilizado F. Nietzsche, y Groddeck lo aprendió de su maestro, E. Schweininger, ferviente admirador de aquél. Adoptado por Freud, el ello se vuelve, en el segundo tópico del aparato psíquico (v., § 15), el polo pulsional de la personalidad, cuyos contenidos son en parte hereditarios e innatos, en parte reprimidos y adquiridos: “Vemos –escribe Freud– que no tenemos ningún derecho a llamar ‘sistema Icc’ al ámbito anímico ajeno al yo, pues la condición de inconciente no es un carácter exclusivamente suyo. Entonces, ya no usaremos más ‘inconciente’ en el sentido sistemático y daremos un nombre mejor, libre de malentendidos, a lo que hasta ahora designábamos así. Apuntalándonos en el uso idiomático de Nietzsche, y siguiendo una incitación de Georg Groddeck [1923], en lo sucesivo lo llamaremos ‘el ello’. Este pronombre impersonal parece particularmente adecuado para expresar el principal carácter de esta provincia anímica, su ajenidad respecto del yo. Superyó, yo y ello son ahora los tres reinos, ámbitos, provincias, en que descomponemos el aparato anímico de la persona, y de cuyas relaciones recíprocas nos ocuparemos en lo que sigue” (1932 [1976: 67]).
El término ello, introducido en 1922, designa, desde el punto de vista económico, el contenedor original de la energía psíquica y, desde el punto de vista dinámico, un polo de conflicto con el yo y el superyó que, desde el punto de vista genético, son diferenciaciones del ello. En efecto, mientras en el primer tópico el inconsciente era el lugar de lo reprimido por el yo, en el segundo el ello incluye también la instancia que reprime, en el sentido de que las operaciones defensivas del yo son en gran medida inconscientes. El yo, en cierto sentido, pierde la autonomía que tenía en el primer tópico, que se basaba en la oposición entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo, las cuales desarrollaban una función fundamental en la motivación defensiva. En el segundo tópico la oposición es entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte (v. Eros-Tánatos), ambas inconscientes, de las que el yo toma su propia energía, ofreciéndola en forma desexualizada y sublimada. “Un individuo –escribe Freud– es ahora para nosotros un ello psíquico, no conocido (no discernido) e inconciente, sobre el cual, como una superficie, se asienta el yo, desarrollado desde el sistema P [preconciente] como si fuera su núcleo. […] El yo no está separado tajantemente del ello: confluye hacia abajo con el ello. Pero también lo reprimido confluye con el ello, no es más que una parte del ello. Lo reprimido sólo es segregado tajantemente del yo por las resistencias de represión, pero puedo comunicar con el yo a través del ello” (1922 [1976: 25-26])
La introducción de la noción de ello, con la consiguiente revisión del tópico del aparato psíquico, obliga a Freud a reexaminar también el grado de pertenencia al sistema consciente del yo y el superyó: “En la duda sobre si el yo y el superyó mismos pueden ser inconcientes o sólo despliegan efectos inconcientes, tenemos buenas razones para decidirnos en favor de la primera posibilidad. Sí; grandes sectores del yo y del superyó pueden permanecer inconcientes, son normalmente inconcientes. Esto significa que la persona no sabe nada de sus contenidos y le hace falta cierto gasto de labor para hacerlos concientes. Es correcto que no coinciden yo y conciente, por un lado, y reprimido e inconciente, por el otro. Sentimos la necesidad de revisar radicalmente nuestra actitud frente al problema de conciente-inconciente” (1932 [1976: 65]).
Con el segundo tópico, abierto con la introducción de la noción de ello, las instancias psíquicas del yo y del superyó se ven bajo un perfil genético (v. estratos, teoría de los) como resultado de los diferentes sistemas que Freud define a partir del ello: “un caos, una caldera llena de excitaciones borboteantes. Imaginamos que en su extremo está abierto hacia lo somático, ahí acoge dentro de sí las necesidades pulsionales que en él halla su expresión psíquica, pero no podemos decir en qué sustrato. Desde las pulsiones se llena con energía, pero no tiene ninguna organización, no concentra una voluntad global, sólo el afán de procurar satisfacción a las necesidades pulsionales con observancia del principio de placer. Las leyes del pensamiento, sobre todo el principio de contradicción, no rigen para los procesos del ello. Mociones opuestas coexisten unas junto a las otras sin cancelarse entre sí ni debitarse; […] Dentro del ello no se encuentra nada que corresponda a la representación del tiempo, […] Mociones de deseo que nunca han salido del ello, pero también impresiones que fueron hundidas en el ello por vía de represión, son virtualmente inmortales, se comportan durante décadas como si fueran acontecimientos nuevos. Sólo es posible discernirlas como pasado, desvalorizarlas y quitarles su investidura energética cuando han devenido concientes por medio del trabajo analítico” (1932 [1976: 68-69]).
BIBLIOGRAFÍA: Freud, S. (1922); Freud, S. (1932); Freud, S. y G. Groddeck (1973); Groddeck, G. (1923); Groddeck, G. (1933)

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