Término que acuñaron los moralistas del siglo XVIII para indicar esa forma especial de ser y de actuar adquirida por el hombre que, escribe I. Kant, “limita todos los fines a sí mismo y no ve nada útil más allá de lo que a él favorece” (1798: 12).
Kant distingue este género de egoísmo, llamado moral, del lógico, por el que el individuo no considera necesario someter su propio juicio a la evaluación de los demás, y el estético, que representa la actitud de quien no confronta su propio gusto con el de los demás. Lo elevó a categoría absoluta M. Stirner, quien sostiene la moral del egoísmo, pues cada individuo es la única realidad y el único valor. Con J.S. Mill el egoísmo se transforma en la base para una práctica altruista, porque la propia felicidad incluye siempre, de manera más o menos amplia, la tendencia hacia la felicidad de los demás. Aunque no es una categoría psicológica, la palabra egoísmo aparece en S. Freud como sinónimo de “interés del yo” (Ichinteresse), es decir como investimiento por parte de las pulsiones del yo antepuestas a la autoconservación del individuo cuya energía se distingue de la que favorece el narcisismo (v., § 3) donde las que invisten al yo son las pulsiones sexuales.
BIBLIOGRAFÍA: Freud, S. (1915); Kant, I. (1798); Mill, J.S. (1843); Stirner, M. (1844).