Concepto que introdujo L. Festinger en el ámbito de la psicología cognoscitivista para describir la condición de individuos cuyas creencias, nociones y opiniones contrastan entre sí, con las tendencias del comportamiento, o con el ambiente en el que el individuo está funcionando.
La disonancia puede originarse:
por incoherencia lógica entre dos opiniones incompatibles;
por costumbres culturales cuyos usos pueden estar en contraste con el contexto en el que están funcionando;
por inclusión cuando determinada opinión está incluida en una más general, por lo que si un individuo de derecha prefiere, en una elección, a un candidato de izquierda, vive una discordancia entre los elementos cognoscitivos correspondientes;
por la experiencia pasada que creó convicciones que se adaptan mal a nuevas experiencias. En todos estos casos, escribe Festinger, “la presencia de la disonancia hace surgir presiones para reducirla o eliminarla; la fuerza de las presiones para reducir la disonancia está en función del tamaño de la misma. En otras palabras, la disonancia actúa de la misma manera que un impulso o un estado de necesidad o de tensión; su presencia empuja a la acción para disminuirla, tal como, por ejemplo, la presencia del hambre empuja a la acción para reducirla. Además, por tratarse de un impulso, cuanto mayor es la disonancia tanto mayor será la intensidad de la acción para disminuirla, así como la voluntad de evitar situaciones que podrían aumentarla” (1957: 16)
La disonancia se reduce:
mediante el cambio de la opinión propia;
del comportamiento;
del ambiente en el que se actúa;
o con la integración de un nuevo elemento cognoscitivo que se agrega a los elementos consonantes para modificar la relación con los disonantes.
Sin embargo, advierte Festinger, “no siempre es posible eliminar la disonancia o por lo menos reducirla marcadamente cambiando la acción o el sentimiento; las dificultades que se oponen al cambio del comportamiento pueden ser muy grandes; o bien el cambio mismo, mientras elimina ciertas disonancias, puede crear toda una serie de otras nuevas” (1957: 17). La teoría de la disonancia cognoscitiva se opone a la teoría de la autopercepción que formuló J.D. Bem, según quien no hay disonancia por la simple razón de que el individuo no tiene una percepción directa de sus estados mentales sino que sólo puede inferirlos, igual que un observador externo, de su comportamiento.
BIBLIOGRAFÍA: Amerio, P., E. Bosotti y F. Amione (1978); Bem, J.D. (1972); Festinger, L. (1957); Neisser, U. (1967).