Doctrina según la cual los fenómenos naturales están sujetos al principio de causalidad. Aplicada al hombre, tal doctrina desemboca en el determinismo psíquico, según el cual cada uno de nuestros estados o actos psíquicos es la consecuencia necesaria de ciertos antecedentes fisiológicos o psicológicos, con la consiguiente reducción del espacio generalmente asignado a la libertad, a la espontaneidad y, en consecuencia, a la responsabilidad.