Estado emotivo determinado por el temor, fundado o infundado, de perder a la persona amada en el momento en el que ésta revela afecto hacia otra persona. S. Freud distingue tres formas de celos, todas connotadas por la ambivalencia (v.), por la presencia simultánea de amor y agresividad, ambos orientados hacia la misma persona.
1] Los celos competitivos o normales están en su opinión, “…en lo esencial están compuestos por el duelo, el dolor por el objeto de amor que se cree perdido, y por la afrenta narcisista, en la medida en la que esta puede distinguirse de las otras; además, por sentimientos de hostilidad hacia los rivales que han sido preferidos, y por un monto mayor o menor de autocrítica, que quiere hacer responsable al yo propio por la pérdida del amor. Estos celos, por más que los llamemos normales, en modo alguno son del todo acordes a la ratio, vale decir, nacidos de relaciones actuales, proporcionados a las circunstancias afectivas y dominados sin residuo por el yo conciente; en efecto, arraigan en lo profundo del inconciente, retoman las más tempranas mociones de la afectividad infantil y brotan del complejo de Edipo o del complejo de los hermanos del primer período sexual.” (1921 [1976: 217]). Para O. Fenichel los celos normales son una manifestación de la incapacidad de amar de forma auténtica, típica de los individuos cuyas relaciones están orientadas hacia la satisfacción de las propias necesidades narcisistas, por lo que el miedo a perder el amor del otro asume el significado de una disminución de la autoestima. Otros, por último, consideran que los celos son la expresión de una forma de amor infantil, basado en la dependencia, que se puede superar con la adquisición de una plena autonomía por parte del individuo.
2] Los celos proyectivos son característicos de los sujetos que, habiendo reprimido sus propias experiencias reales o los propios deseos de infidelidad porque están en desacuerdo con su conciencia moral, proyectan estas tendencias hacia el compañero cuya infidelidad temen, en forma obsesiva, para poder aliviar sus propios sentimientos de culpa hacia esos mismos impulsos.
3] Los celos delirantes, o delirio de celos, constituyen un verdadero trastorno psicopatológico caracterizado por la convicción, por lo general carente de fundamento real, de la infidelidad del compañero, y las consiguientes reacciones de comportamiento respecto a este último y sus presuntos amantes. Una manifestación característica de tal forma de celos es la afanosa búsqueda de indicios que comprueben la sospechada infidelidad, mediante preguntas asediantes, interpretaciones delirantes, alusiones o falsos recuerdos. Según Freud el delirio de celos está determinado, como los celos proyectivos, por tendencias reprimidas a la infidelidad, pero teniendo como objeto a un individuo del mismo sexo. “En su calidad de intento de defensa frente a una moción homosexual en extremo poderosa, podrían acotarse (en el caso del hombre) con esta fórmula: ‘yo no soy quien lo ama; ella lo ama’” (1921 [1976: 219]). El delirio de celos puede transformarse en una forma de delirio crónico sistematizado con carácter paranoico, o puede observarse asociado con otros trastornos psíquicos, en especial el alcoholismo (v., § 6, d). En el paranoico el delirio de celos, que muestra siempre un carácter persecutorio, asume la forma de una construcción lógica y coherente cuyas conjeturas, aunque sean absurdas e injustificadas, las vive el sujeto con extrema convicción. También en el alcohólico crónico el delirio está bastante sistematizado, pero traiciona más fácilmente su falsedad en la elección de los rivales, que resultan por demás improbables. Esta forma de delirio encuentra explicación en los sentimientos de culpa, en la pérdida de autoestima y en la impotencia sexual que con frecuencia acompañan la condición de los alcohólicos.
BIBLIOGRAFÍA: Clanton, G. y L.G. Smith (1969); Fenichel, O. (1945); Freud, S. (1921); S