El término, que se refiere a la práctica real o ritual de comer la carne de los semejantes, lo adoptó el psicoanálisis para referirse a la fase oral del desarrollo libinal y, más específicamente, al elemento sádico presente en tal fase, donde se observa el deseo de incorporación (v.) del objeto amado que será sustituido, en el curso de la evolución psicosexual, por la identificación.
La incorporación o introyección representa una forma de identificación primaria análoga a la que caracteriza al canibalismo de los primitivos, motivado, se-gún Freud, por la creencia de que “mediante el acto de la devoración uno recibe en sí partes del cuerpo de una persona, al mismo tiempo se apropia de las cualidades que a ella pertenecieron” (1912-1913 [1976: 85]). El mismo significado de apropiación se lo atribuyó Freud al “banquete totémico” realizado en los albores de la historia del hombre, cuando los hijos se aliaron entre sí y, después de matar al padre que prohibía el uso de las mujeres del clan (v. endogamia-exogamia), lo devoraron. El posterior sentimiento de culpa marcó el fin de la horda primitiva y el inicio de la organización social, de la moral y de la religión (v. antropología, § 1, a). K. Abraham, quien subdivide la fase oral en dos subfases –de succión, caracterizada por la fusión de libido y agresividad, y de mordedura–, atribuye el adjetivo caníbal sólo a la segunda, donde distingue un canibalismo parcial de uno total. Este último “sin ninguna limitación es posible sólo en la base de un narcisismo ilimitado. En esta fase sólo se toma en consideración el deseo de placer del sujeto. Los intereses del objeto no son tomados en cuenta para nada; el objeto es destruido sin ningún escrúpulo. La fase del canibalismo parcial lleva consigo los claros signos de su origen en el canibalismo total, pero también difiere de forma radical. Aquí aparece el primer asomo de consideración del objeto. Pero este aspecto parcial podemos considerarlo como primer asomo del amor objetal en sentido estricto, ya que significa el inicio de una superación del narcisismo. Agregamos de inmediato que el individuo, en esta fase evolutiva, todavía está muy lejos de reconocer a otro individuo como tal, junto a sí mismo, y de amarlo física o psíquicamente en su totalidad. El deseo es todavía el de tomar una parte del objeto con el fin de incorporarlo; pero esto significa al mismo tiempo una renuncia a la meta puramente narcisista del canibalismo total” (1923: 342-343). Si con Abraham el gesto caníbal es estudiado más por el lado de su finalidad, con M. Klein este concepto se utiliza en el área de la patología depresiva, donde la pulsión caníbal, si es excesiva, es causa de melancolía: “El proceso fundamental de la melancolía, según Freud y Abraham, es el de la pérdida del objeto amado. La pérdida real de un objeto real, o un acontecimiento análogo que tenga el mismo significado, da como resultado que el objeto sea puesto en el yo. No obstante, a causa de un exceso de pulsión caníbal del sujeto, esta introyección aborta y le sigue la enfermedad” (1935: 298). Ya Abraham había dicho que “los estados más graves de rechazo de la alimentación del melancólico representan un autocastigo por los impulsos caníbales” (1924: 310), incluso si su interés por la representación caníbal del objeto perdido se dirige al “trabajo del duelo” en analogía con la “concepción de que el duelo, en su forma arcaica, se manifiesta devorando al asesinado”