Disposición mental al equilibrio y a la mesura que se manifiesta en la capacidad natural y espontánea de tomar decisiones válidas en la esfera práctica de la existencia o de expresar juicios sobre los problemas de la vida cuando no surgen soluciones de evidencia lógica inmediata.
El buen sentido, que es independiente de las convenciones y de la opinión general, se diferencia del sentido común; este último con frecuencia está cargado de prejuicios y aplanado por las convenciones más difundidas, por lo que en el sentido común no se puede encontrar la forma de racionalidad, típica del buen sentido, que consiste en la capacidad de leer la situación concreta, adaptando a ésta las normas y los principios para realizar un encuentro eficaz entre teoría y praxis en el orden de lo realizable. Equivalente al concepto de buen sentido es la expresión aristotélica “buena deliberación” que corresponde a sensatez (jro¢nhoiV) y facultad de discernimiento. La deliberación, según Aristóteles, establece cuáles y cuántos son las acciones y los medios que se necesita poner en acción para alcanzar ciertos fines; como tal pertenece al orden de la praxis. Sobre el “buen sentido” se expresó también Descartes en el Discurso del método, en el que habla del “poder de bien juzgar y de diferenciar lo verdadero de lo falso”. El buen sentido, al ser “la cosa del mundo mejor repartida”, es para Descartes identificable con “la razón naturalmente igual en todos los hombres”. En el campo pedagógico el concepto de buen sentido tiene importancia en la adaptación de la teoría a la praxis en referencia a los ritmos concretos de crecimiento y de desarrollo del educando.