Tendencia que puede estar presente en cualquier comportamiento o fantasía orientada hacia la heterodestrucción o la autodestrucción, o también a la autoafirmación.
La primera definición predomina en psicoanálisis y en psiquiatría, la segunda, que responde a la etimología del término latino aggredior, que significa “camino hacia adelante”, predomina en psicología, donde sin embargo es dificil llegar a una definición unívoca por conceptos y posiciones teóricas que proceden de disciplinas cercanas como la etología y la antropología. Los dos sentidos en que se usa el término tienen poco en común. Lo que los une es la presencia de competencia y la instauración del predominio y del sometimiento de cuantos sean percibidos como rivales. Entre éstos figuran las partes psíquicas internas que el sujeto rechaza y sobre las que ejercita una acción autodestructiva.
1] NEUROPSICOLOGÍA. Como recuerda L. Ancona, desde los años veinte la experimentación en este campo había identificado en una región de la base del encéfalo el llamado locus niger, sede de un mecanismo responsable del “estado de cólera”. Sucesivas investigaciones permitieron identificar formaciones neurónicas múltiples que, oportunamente estimuladas, determinan el estado de agresión o de tranquilidad, hasta diferenciar, en la región centroencefálica, la reacción de la rabia primitiva, que se obtiene con la estimulación del hipotálamo posterior (crisis retículo-mesencefálica), de la de la cólera, que se consigue con la estimulación de los núcleos amigdaloides y de las estructuras hipocámpicas (crisis rinencefálicas). La explicación neurofisiológica aún no es concluyente, ya que se ha comprobado que idénticas estimulaciones producen comportamientos diferentes a causa de las variaciones del contexto, lo que hace pensar en una confrontación en la corteza entre lo que se percibe a través de las vías sensoriales y el estado de excitación central ligado a ello, de lo que depende la mayor o menor posibilidad de que un estímulo promueva procesos dirigidos hacia un filtro periférico ordenador de nuevos flujos sensoriales, o de que se abran las compuertas hacia un caótico flujo, a causa de cortocircuitos reflejos.
2] ETOLOGÍA. Las investigaciones realizadas en este campo llegaron a una lectura de la agresividad como forma de defensa y de afirmación del individuo y de la especie. Se manifiesta agresividad en condiciones de aislamiento, de insuficiencia de territorio, en la lucha por decidir el mando del grupo, lo que permite llegar a la conclusión de que con frecuencia las condiciones ambientales actúan con una fuerza estimulante no inferior a la estimulación neurológica, como en el caso del toro que, cuando se encuentra en la misma posición en la que se encontraba al entrar al ruedo, logra organizar sus energías de defensa y ataque mucho mejor que en cualquier otro punto del redondel. K. Lorenz mostró la transformación efectuada durante el curso de la evolución biológica de los movimientos de beligerancia en rituales de reclamo amoroso, consiguiendo un acercamiento pacífico en lugar de una reacción de agresión y fuga. De aquí Lorenz sacó la conclusión de que la agresividad no es una dimensión destructiva, sino una tendencia positiva que empuja a los seres vivientes a la conservación de la vida bajo las formas de defensa del territorio, búsqueda de la hembra, lucha por procurarse el alimento, que son algunas de las tantas formas en las que “el pretendido mal”, como denomina Lorenz a la agresividad, contribuye a las formas más diversas de sobrevivencia.
3] PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL. En este ámbito las investigaciones más significativas fueron realizadas por J. Dollard, L.W. Doob, y N.E. Miller, de la escuela de Yale, partiendo de la hipótesis del primer Freud que ligaba la agresividad a la frustración. Las conclusiones a las que llegaron con estas investigaciones son: a] el nivel de la conducta agresiva varía en relación con la relevancia de la frustración –que puede medirse basándose en la fuerza de la motivación–, el grado de interferencia durante el trayecto que conduce al objetivo; el número de las conductas motivadas que fueron frustradas; b] la conducta agresiva puede ser inhibida con base en el castigo que le espera al sujeto después de la conducta agresiva; c] la agresividad puede ser dirigida a objetos distintos de aquellos a los que estaba orientada la agresividad cuando el obstáculo frustrante no puede ser atacado o eliminado porque no es accesible o es demasiado peligroso; d] la autoagresividad se manifies ta cuando el sujeto se considera a sí mismo el agente frustrante o cuando la agresividad está inhibida por el sujeto, no por una causa externa; e] cada acto agresivo trae una catarsis que reduce la probabilidad de nuevas manifestaciones de agresión.
4] PSICOLOGÍA SOCIAL. En este ámbito se tiende a subrayar el aspecto adquisitivo de la agresividad. En 1939 los trabajos de K. Lewin, R. Lippit y R.K. White mostraron: a] debilitamiento de las inhibiciones debido a la idea de que la agresividad puede ser remunerativa o, en algunas circunstancias, hasta moralmente justificada; b] la estimulación de las ideas y de los sentimientos agresivos a causa de las imágenes cinematográficas, televisivas y periodísticas; c] la falsedad del efecto catártico tras el despliegue de la agresividad, en el sentido de que el agresor puede sentirse bien cuando descubre que su víctima está adecuadamente dañada, y la obtención de este objetivo tiene un efecto de refuerzo; d] los miembros de un grupo unidos por un líder autoritario tienden, al contrario de los de un grupo con un líder democrático, a descargar su agresividad sobre una sola víctima o chivo expiatorio. Siempre en el ámbito de la psicología social se explican, en relación con el ambiente, las reacciones de ansiedad que promueven la fuga y las de agresividad que propician la lucha, distinguiendo entre agresividad silenciosa, que permanece interiorizada y que se expresa en rasgos de carácter, y agresividad creativa, privada de connotaciones hostiles, que se expresa en competencia social y determinación en la obtención de los objetivos deseados. De aquí la conclusión de que la agresividad no se parece tanto a un instinto primario, como por ejemplo el hambre, sino que, al igual que la pulsión sexual descrita por Freud (v. pulsión), es culturalmente maleable, y está modelada en gran medida por la interacción social, donde se expresa como posibilidad de intercambios múltiples con una tasa muy alta de diferenciación.
5] PSICOANÁLISIS. El concepto de agresividad, en la formulación de la pulsión de agresión (Aggressionstrieb), fue introducido por A. Adler en 1908, junto al de “nudo pulsional” (v.), e interpretado como expresión de la voluntad de poder dirigida a la compensación de sentimientos de inferioridad. Además de la tendencia reactiva, Adler veía en la agresividad la forma de afirmación de sí que, si se reprimía, podía llevar a la tendencia a percibir a los otros como hostiles y enemigos, o a un exceso de docilidad, sumisión, autodevaluación. Por su parte Freud consideró la agresividad, en un primer momento, como un elemento de la pulsión sexual particularmente evidente en el sadismo, por lo tanto como una pulsión no libidinal del Yo dirigida al control del mundo externo, y por último como expresión de la pulsión de muerte (v., § 2), en contraposición a las pulsiones sexuales y de autoconservación grabadas en las pulsiones de vida. Freud, además, distingue la pulsión de agresión (Aggressionstrieb) de la de destrucción (Destruktionstrieb; v. destructividad, § 1), porque mientras la primera está dirigida hacia el exterior, la segunda prevé también la autodestrucción (Selbstdestruktion; v. pulsión, § 1, g y § 2)