Actividad-pasividad

Pareja de opuestos que, en psicoanálisis y en antropología social, se ha utilizado con valor masculino-femenino en los siguientes términos.

1] PSICOANÁLISIS. S. Freud considera la actividad y la pasividad como dos aspectos de la vida pulsional que se manifiestan en la polaridad agresión-sumisión (v. agresividad, § 5), sadismo-masoquismo (v. sadomasoquismo) y masculino-femenino. Este paralelismo, considerado desde el punto de vista de la pulsión (v., § 1), prevé una diferenciación que, por la polaridad activo-pasiva, se decide por la meta pulsional, mientras que por la polaridad masculino-femenino se decide por el objeto sexual postedípico, con la consiguiente preponderancia de los deseos activos o pasivos en relación con el objeto.
Según Freud, en efecto, en la fase preedípica (v. Edipo, complejo de) del desarrollo, los niños y las niñas tienen metas pulsionales activas y pasivas en el nivel oral (v.), anal (v.) y fálico (v. fálica, fase). En la fase edípica el niño tiene un deseo activo hacia la madre que implica una usurpación del papel paterno, y un deseo pasivo hacia el padre que implica tomar el lugar de la madre. Dado que la satisfacción de ambos deseos implica la amenaza de la castración (v.) el niño se separa, a través de un investimiento narcisista, de ambos padres y del complejo edípico. La niña, por la falta de pene, está obligada a suprimir los deseos activos, sustituyendo el deseo del pene con el deseo de tener un niño. Por esto se aleja de la madre, que se convierte en objeto de celos, y toma al padre como objeto de amor. En la niña no se da, por lo tanto, la misma separación decisiva del complejo edípico que se registra en el varón por efecto de la amenaza de castración.
En la pubertad la polaridad actividad-pasividad coincide definitivamente con la polaridad masculino-femenino: “No carece de importancia tener presentes las mudanzas que experimenta durante el desarrollo sexual infantil, la polaridad sexual infantil, la polaridad sexual a que estamos habituados. Una primera oposición se introduce con la elección de objeto, que sin duda presupone el sujeto y objeto. En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición entre activo y pasivo es la dominante. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay por cierto algo masculino, pero no algo femenino; la oposición reza aquí: genital masculino o castrado. Sólo con la culminación del desarrollo en la época de la pubertad, la polaridad sexual coincide con masculino y femenino. Lo masculino, reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad. La vagina es apreciada ahora como alberge del pene, recibe la herencia del vientre materno” (1923 [1976: 148-149]).
Asimismo, para Freud existen muchos casos de adultos en los que se encuentran desviaciones por lo que se refiere tanto al sujeto como a la meta sexual prevaleciente, por lo que no hay una plena correspondencia entre actividad-pasividad y masculino-femenino, sino que, en relación con la meta y al objeto pulsional, es posible diferenciar: 1] homosexuales activos, 2] homosexuales pasivos, 3] heterosexuales activos, 4] heterosexuales pasivos.
La ecuación que hizo Freud entre pasivo y femenino fue muy criticada por las psicoanalistas y en especial por K. Horney, S. Payns y M. Klein, para quienes no es aceptable, por ejemplo, la concepción según la cual las madres serían activas y los niños serían pasivos, antes que nada porque tanto el amamantamiento como la succión implican actividad, y en segundo lugar porque hablar en términos de actividad y pasividad hace creer que las relaciones son enfrentamientos, no interacciones. E. Jones, interviniendo en el argumento, considera que esta concepción de la actividad y de la pasividad está en el origen del punto de vista falocéntrico (v. falocentrismo) de Freud que, en opinión de Jones, confundió la actividad con iniciar la acción y la pasividad con la respuesta y la receptividad (v. feminidad).
2] ANTROPOLOGÍA SOCIAL. En antropología se tiende a subrayar que la diferencia masculinofemenino ha desempeñado un papel social notable, no tanto como diferencia biológica cuanto como principio de orden alrededor del cual se organizaron las primeras culturas primitivas, que no conocían ninguna forma de trabajo en la que participaran juntos hombres y mujeres. Si por ejemplo los hombres cazaban, a las mujeres se les dejaba la recolección, si el bosque era el espacio masculino, el campamento era el femenino. De este modo la oposición sexual se transforma en oposición del espacio y del tiempo vividos respectivamente por el hombre y por la mujer, se transforma en oposición socioeconómica entre un grupo de productores y un grupo de recolectoresconsumidores. Se logra que la diferencia sexual, si bien por un lado es la causa de la reproducción de la especie, por el otro es el efecto de la producción social, y esto no sólo en el sentido obvio según el cual cada reproducción sexual está sometida al orden de una cultura, sino en el más profundo, según el cual el dispositivo significante de la diferencia sexual actúa en niveles que sobrepasan a tal punto los aspectos biológicos de la reproducción como para hacer pensar que la diferencia sea más sexuada que sexual, es decir, que apunte a algo más de lo que es. Si además se considera que las sociedades primitivas ignoraban el papel masculino en la fecundación, la pareja masculino-femenino, de igualitaria en el plano de la reproducción, se transforma en jerárquica en el de la producción social, en el sentido de que es como padre, y no como genitor, que el hombre dispone de las mujeres y las intercambia, interviene en la pareja madre-niño, separándola, inicia a los jóvenes en la sociedad de los varones; y es como genitora y no como madre que la mujer tolera todo esto, por lo que la diferencia sexual trasciende su significado biológico para convertirse en lugar simbólico de distribución de papeles sociales.
La sobreposición de la polaridad actividadpasividad en la polaridad masculino-femenino que fue iniciada por Aristóteles: “la hembra ofrece siempre la materia, el macho el agente del proceso de transformación” (Reproducción de los animales, 738, b), está en el principio de una ulterior diferenciación entre la forma, el tipo, la noción, la idea, el modelo, del que el macho es el portador y la materia de la que la hembra es depositaria, promoviendo una diferencia entre lo biológico, todo femenino, y lo espiritual, todo masculino, con lo que se inicia la dialéctica que se desarrollará en el curso de la historia entre la materia y el modelo, entre la materia informe y el espíritu formador, en la cual la diferencia sexual se transforma en el pretexto para una producción de códig os simbólicos con efectos sociales.
BIBLIOGRAFÍA: Aristóteles (1973); Ferenczi, S. (1929); Freud, S. (1905); Freud, S. (1915); Freud, S. (1923); Freud, S. (1924); Freud, S. (1932); Galimberti, U. (1983); Horney, K. (1926); Irigaray, L. (1985); Jones, E. (1948); Klein, M. (1978); Malinowski, B. (1927); Mead, M. (1949); Payns, S. (1953); Róheim, G. (1950).

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