Condición psicológica caracterizada por insatisfacción, desmotivación, renuencia hacia la acción y sentimiento de vacío.
ndicado en los tratados medievales con el nombre de acedía, el aburrimiento se estudió en el ámbito filosófico y psicopatológico siguiendo la tradición que de B. Pascal conduce a los moralistas franceses, para quienes el aburrimiento es el resultado de la alteración de los humores en presencia de condiciones morales despreciables, típicas de quien, habiendo abusado del placer, se encuentra en la imposibilidad de desear. Desde esta definición de base nacieron consideraciones más específicas en el ámbito filosófico, psiquiátrico y psicoanalítico.
1] FILOSOFÍA. En este ámbito las mayores aportaciones son las de S. Kierkegaard y M. Heidegger quienes, aunque con significados diferentes, ven en el aburrimiento un sentimiento ontológico que tiene que ver con la totalidad. Al respecto escribe Kierkegaard: “En el panteísmo existe en general la determinación de plenitud; en cambio en el aburrimiento ocurre lo contrario; está construido en el vacío, pero precisamente por eso es una determinación panteísta. El aburrimiento descansa en la nada que se difunde por la existencia; su vértigo es como aquel que provoca ver un abismo infinito, es infinito. El hecho de que esa excéntrica diversión se construya sobre el aburrimiento también se puede comprobar porque la diversión resuena sin eco, precisamente porque en una nada ni siquiera existe eso que hace posible una resonancia” (1843, tomo III, p. 28). Por su lado Heidegger considera el aburrimiento, al igual que la angustia y la alegría, como un sentimiento que permite aceptar la totalidad, porque: “Aun cuando –y justo cuando– estamos especialmente invadidos por las cosas y por nosotros mismos, nos asalta ese ‘todo’, por ejemplo en el aburrimiento auténtico. Éste está todavía lejano cuando lo que nos aburre es sólo este libro o aquel espectáculo, esa ocupación o aquel ocio, pero aflora cuando ‘uno se aburre’. El aburrimiento profundo, que va y viene en la profundidad del ser-ahí como una niebla silenciosa, asocia todas las cosas, todos los hombres, y con ellos a nosotros mismos, en una extraña indiferencia. Este aburrimiento revela el ente en su totalidad” (1929: 66).
2] PSIQUIATRÍA. En este ámbito las caracterizaciones más relevantes del aburrimiento se encuentran con P. Mantegazza, quien identifica la esencia de este estado psicológico en el conflicto entre petición de actividad e incapacidad subjetiva para satisfacerla, anticipando de esta manera el núcleo teórico de las concepciones psicodinámicas del siglo XIX, y en H. Le Savoureux, quien considera el aburrimiento “un sentimiento primario al igual que el placer y el dolor”, caracterizado por ausencia de intereses, monotonía de las impresiones, sensación de inmovilidad, vacío interior, lentificación del curso del tiempo, síntomas que pueden rastrearse a la presencia de energías no utilizadas: “El hombre sano que no gasta suficientemente sus energías disponibles, se aburre” (1914: 142). Siempre en el ámbito psiquiátrico P. Janet, evidenciando el cáracter de fases en que se presenta el sentimiento de aburrimiento, aproxima el aburrimiento a la depresión (v.), de la cual representaría el inicio y la convalecencia. En cambio cuando la enfermedad se ahonda hasta extinguir en el sujeto todo motivo de deseo, el cuadro clínico resulta caracterizado más por el vacío de los sentimientos que por el sentimiento del vacío. En el ámbito fenomenológico E. Minkowski distingue el aburrimiento como sentimiento pasajero, por carecer de estimulación, del aburrimiento estructural caracterizado por interrupción del dinamismo vital y como vaciamiento de la experiencia vivida que cae bajo el dominio de lo monótono y de lo igual, mientras L. Binswanger ve en el aburrimiento un fenómeno de deyección (v.) en la forma de vivir la temporalidad: ya no la temporalidad auténtica (eigentliche Zeitigung) favorecida por la espera y por la tensión hacia una meta, sino la temporalidad deyecta (verfallene Zeitigung), que es la temporalidad objetiva del mundo, “medida por el lento avance de las manecillas del reloj”, ya no un tiempo propio (eigen), sino un tiempo anónimo e inauténtico (uneigentlich).
3] PSICOANÁLISIS. En este ámbito la contribución más significativa fue la de O. Fenichel, para quien el aburrimiento es un conflicto entre la necesidad de actividad y la inhibición de la misma por un contraste entre ello y yo que no encuentra solución, por lo que “la tensión de la pulsión está presente, pero el objetivo de la pulsión está perdido”. De esto resulta que “el displacer del aburrimiento no corresponde a una falta de tensión, sino más bien a una excitación cuya finalidad es inconsciente” (1945: 25), por lo que “la sensación de estar aburrido es muy probablemente, por lo menos en su exageración neurótica, un estado de excitación cuya finalidad está reprimida; cualquier cosa que la persona piense que puede hacer se percibe como inadecuada para relajar la tensión íntima. Las personas aburridas tratan de distraerse, pero por lo general no lo logran porque están fijadas a su objetivo inconsciente” (1945: 210- 211). La interpretación de Fenichel la profundizó posteriormente R. Greenson, quien descubrió el elemento estructural y dinámico del aburrimiento en la inhibición de la fantasía por parte del yo, que ve en la fantasía una amenaza de la que debe defenderse. La negación entraña la experiencia desagradable de falta de tensión, mientras la imposibilidad de satisfacción pulsional explica la lentitud intolerable del transcurso del tiempo. Siempre según Greenson, el aburrimiento puede estar acompañado de agitación cuando resurgen las fantasías que, desviadas o distorsionadas por el yo que se defiende, conducen a acciones insatisfactorias y a proponer de nuevo los sentimientos de vacío.
Acerca de la relación aburrimiento-depresión habló A. Haynal, para quien “el aburrimiento es un humor organizado y defensivo contra la depresión. […] El sujeto se aburre cuando vive su ambiente como pobre en estí- mulos; tal pobreza puede ser un dato real, o bien es el sujeto el que se manifiesta incapaz de encontrar estímulos en el mundo externo o riqueza en su mundo interior, o devalúa los estímulos que se le ofrecen […] como en el caso de los deprimidos que lamentan ataques de aburrimiento […] en el examen psicoanalítico resulta que los estímulos recibidos son devaluados por el ideal del yo o, en los casos más graves, por el superyó. Entonces se tiene la impresión de encontrarse frente a un bloqueo en la evolución del sistema superyó-ideal del yo, y a una falta de elasticidad del ideal del yo, que permanece megalomaniático y por tanto devalúa los estímulos” (1976: 99-100).
La tensión entre yo e ideal del yo se identifica en la base de la relación de aburrimiento y agresividad, debida, en opinión de P. Luquet, a que la incapacidad por parte del yo de satisfacer la exigencia del ideal del yo causa un sentimiento de frustración que desencadena una gran agresividad inutilizable con finalidades sublimadas. A partir de esta premisa Haynal observa en el aburrimiento la explicación de la alternancia entre estados psicópatas y depresivos: “El sentimiento de aburrimiento coexiste con frecuencia con la frustración afectiva y la violencia (como destrucción del objeto desilusionante, frustrante); de esta manera se encuentra en la experiencia clínica una especie de alternancia entre estructura psicopatica y estados depresivos” (1976: 101).
BIBLIOGRAFÍA: Binswanger, L. (1957); Greenson, R. (1953); Haynal, A. (1976); Heidegger, M. (1929); Janet, P. (1926); Kierkegaard, S. (1843); Le Savoureux, H. (1913); Le Savoureux, H. (1914); Luquet, P. (1973); Maggini, C. y R. Dalle Luche (1991); Mantegazza, P. (1888); Minkowski, E. (1933); Pascal, B. (1968); Schopenhauer, A. (1919); Zapparoli, G.C. (1979).