Situación externa o interna que no permite alcanzar satisfacción o lograr un fin. El término lo introdujo S. Freud quien consideraba que la frustración era útil para el desarrollo del yo y para su adaptación a la realidad.
Más allá de cierto umbral la frustración se considera dañina porque activa mecanismos agresivos, como en el caso de quien utiliza todas sus energías para alcanzar la satisfacción, independientemente de las reglas del ambiente que lo rodea, o regresivos, con el retiro de la energía frustrada de los objetos reales para regresar a formas fantásticas donde se encuentran las huellas de formaciones precedentes. La frustración no sólo depende del mundo externo, sino también del interno, como puede ser una prohibición del superyó para alcanzar la satisfacción; tal es el caso que cita Freud de sujetos que se enferman en el momento en el que alcanzan el éxito. “Tanto más sorprendidos y aun confundidos quedamos entonces, cuando, como médicos, hacemos la experiencia de que en ocasiones ciertos hombres enferman precisamente cuando se les cumple un deseo hondamente arraigado y por mucho tiempo perseguido. Parece como si no pudieran soportar su dicha, pues el vínculo causal entre la contracción de la enfermedad y el éxito no puede ponerse en duda” (1916 [1976: 323]).
Estas hipótesis de Freud las acogió sustancialmente la psicología experimental, que puso el acento en tres factores: la naturaleza del acontecimiento frustrante, la fuerza de la motivación subyacente a la finalidad frustrada y la personalidad del sujeto frustrado que, combinándose entre sí, pueden determinar, según la hipótesis de J. Dollard, una actitud agresiva (v. agresividad, § 3), según la de R. Barker una actitud regresiva, y según la de I.E. Farber una actitud de fijación, por lo que incluso cuando la finalidad es alcanzable no se observa una activación para alcanzarla. De acuerdo con el aprendizaje la frustración, según J.S. Brown y Farber, puede provocar dos efectos: un aumento del nivel general de motivación, o una reacción de fuga y de alejamiento, confirmando de esta manera la noción de “umbral” ya evidenciada por Freud. En lo relativo a las pulsiones, Freud identifica las de autoconservación que, como para su satisfacción necesitan un objeto externo, son susceptibles de frustraciones, y las sexuales, que siempre pueden lograr la satisfacción en términos autoeróticos y fantasmáticos. La frustración está en la base de la regla de abstinencia (v., § 2) en el tratamiento analítico, por la cual el paciente no debe lograr satisfactores sustitutivos a sus síntomas y debido a ello la actitud frustrante del terapeuta se considera más terpéutica que gratificante.
BIBLIOGRAFÍA: Barker, R., T. Dembo y K. Lewin (1941); Brown, J.S. e I.E. Farber (1951); Dollard J. et al. (1939); Farber, I.E. (1948); Freud, S. (1912); Freud, S. (1915-1917); Freud, S. (1916)