Impulso, predominantemente del varón, de exhibir los genitales con el fin de causar una reacción de sorpresa, terror y disgusto.
S. Freud, que clasifica el exhibicionismo entre las aberraciones sexuales, lo considera normal en los niños, mientras lo interpreta, en los adultos, como una defensa patológica con el fin de obtener la atención y la consideración de los demás. El exhibicionista, en efecto, incapaz de entablar una relación sexual con una mujer, busca en la reacción de miedo que provoca, con un elemento sádico y punitivo, una confirmación ilusoria de su virilidad. Además de este significado específico, por extensión se habla de exhibicionismo para todo comportamiento motivado por el placer de ser visto y tomado en consideración. En esta acepción el exhibicionismo se hace extensivo también hacia las mujeres, cuyo deseo de ser vistas, incluso ser socialmente aceptadas, se interpreta psicoanalíticamente como un derivado de la envidia (v., § 1) del pene, por lo que se siente la necesidad de probar que se tiene algo, a pesar de no tener el pene. Hoy hay más propensión a considerar al exhibicionismo, sobre todo en su acepción más amplia –que consiste también en el “oírse hablar”, en mostrar los objetos que se poseen–, como una defensa maniaca contra la depresión, la frigidez, o el temor de perder la propia identidad, en el sentido de que “si soy objeto de miradas, quiere decir que existo”.
BIBLIOGRAFÍA: Freud, S. (1905).