Definido como “amor en estado naciente” según la expresión de F. Alberoni (v. amor), S. Freud considera el enamoramiento una forma de idealización que tiene origen en tendencias sexuales más o menos eficientemente reprimidas.
En el enamoramiento, escribe Freud, “nos ha llamado la atención desde el comienzo el fenómeno de la sobrestimación sexual: el hecho de que el objeto amado goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son mucho más estimadas que en las personas a quienes no se ama o que en ese mismo objeto en la época en que no era amado. A raíz de una represión o posposición de las aspiraciones sensuales, eficaz en alguna medida, se produce este espejismo: se ama sensualmente al objeto sólo en virtud de sus excelencias anímicas; y lo cierto es que ocurre lo contrario, a saber, únicamente la complacencia sensual pudo conferir al objeto tales excelencias. El afán que aquí falsea el juicio es el de la idealización” (1921 [1976: 106]).
Como fenómeno de idealización (v.) el enamoramiento vive la dinámica que es típica de esta figura, y precisamente “el yo resigna cada vez más todo reclamo, se vuelve más modesto, al par que el objeto se hace más grandioso y valioso; al final llega a poseer todo el amor de sí mismo del yo, y la consecuencia natural es el autosacrificio de este. El objeto, por así decir, ha devorado al yo. Rasgos de humillación, restricción del narcisismo, perjuicio de sí, están presentes en todos los casos de enamoramiento; […] Contemporá- neamente a esta ‘entrega’ del yo al objeto, que ya no se distingue más de la entrega sublimada a una idea abstracta, fallan por entero las funciones que recaen sobre el ideal del yo. Calla la crítica, que es ejercida por esta instancia; todo lo que el objeto hace y pide es justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece en favor del objeto; en la ceguera del amor, uno se convierte en criminal sin remordimientos. La situación puede resumirse cabalmente en una fórmula: El objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo” (1921 [1976: 107]).
Como manifestación de una idealización, el enamoramiento se distingue de la identificación (v., § 1), porque en el caso de la identificación “el yo se ha enriquecido con las propiedades del objeto, lo ha ‘introyectado’, según una expresión de Ferenczi”; en cambio, en el caso del enamoramiento “En el segundo, se ha empobrecido, se ha entregado al objeto, le ha concedido el lugar de su ingrediente más importante” (1921 [1976: 107]).
BIBLIOGRAFÍA: Alberoni, F. (1983); Carotenuto, A. (1987); Freud, S. (1921); Fromm, E. (1956); Santas, G. (1988); Sternberg, R.J. y M.L. Barnes (1988).