Indica la percepción general e inmediata del propio cuerpo, determinada por el conjunto de las sensaciones, no siempre conscientes, hecha posible por la presencia de los propioceptores (v. receptor) en los aparatos internos del organismo. El conocimiento del sí somático por parte del sujeto se da por sensaciones de bienestar, generalmente asociado con el vigor o la relajación, y de malestar, identificado con frecuencia con la tensión y el cansancio.
En uno y en otro caso la cenestesia es el resultado de una compleja interacción entre condición física y condición emotivo-afectiva, por lo que tanto los trastornos psíquicos como las enfemedades orgánicas pueden determinar una sensación de cenestesia negativa. A este propósito es oportuno distinguir:
1] La cenestopatía, que consiste en una experiencia de malestar continuo, no asociable con una parte específica del cuerpo, sino general y difuso, sin base orgánica.
2] Las alucinaciones cenestésicas, que se caracterizan por la sensación de una modificación del esquema corporal, por lo que se tiene la impresión de que el cuerpo se ensancha, se encoge o se fragmenta (v. somatoagnosia, § 1, h), o bien percibe sensaciones térmicas o táctiles en ausencia de un estímulo correspondiente (v. alucinación, § 1, e), o incluso de que sufre metamorfosis, por lo que algunas de sus partes se perciben como si se hubieran transformado en animales, objetos u otra cosa. Dichas alucinaciones deben diferenciarse de la cenestopatía debida a la falta absoluta de crítica por parte del sujeto, y por el carácter preciso de la percepción alucinatoria, por absurda que sea. Las alucinaciones cenestésicas son frecuentes en los síndromes psicóticos y en especial en la esquizofrenia, en la depresión grave y en los estados consecuentes a la ingestión de sustancias alucinógenas.
BIBLIOGRAFÍA: Galimberti, U. (1983); Schilder, P. (1935-1950)